viernes, 5 de diciembre de 2014

Sarayaku: La derrota del jabalí


La huida de los jabalíes significaba la derrota de la violentos
Sarayaku: la derrota del jabalí, es el nuevo libro de Fernando Villavicencio, escrito en el exilio, situación en la que se encuentra desde marzo de 2014, en rebeldía frente a una injusta condena a prisión por presuntas injurias al presidente Rafael Correa.
  
Escribir un libro en la sombra, en el silencio de la persecución, separado de su familia, y presentarlo en ausencia del autor, es una expresión de la orfandad de democracia que vive el Ecuador, señala Verónica Saráuz, esposa de Fernando Villavicencio. “En estas páginas hay dolor, angustia, miedo, pero también hay verdad, esperanza y valentía“, agrega. Sin dejar de mencionar que al final, los perseguidores serán los grandes derrotados, pues como dice el autor: “Escribir es la victoria“.



El título del libro evoca el sueño que tuvo el líder de Sarayaku José Gualinga, días antes de la llegada a territorio indígena, de los tres perseguidos políticos: Cléver Jiménez, Carlos Figueroa y Fernando Villavicencio. Gualinga soñó que junto a varios guerreros Wio (Hormiga) fueron de cacería y se encontraron con una manada de bravos jabalíes (guanganas). Cuando quisieron defenderse, sus escopetas no dispararon. Entonces, los guerreros protegieron al líder y en ese momento las guanganas huyeron. Para los kichwas, el jabalí representa la violencia y la muerte. Según el Yachak (Sabino Gualinga) el sueño era bueno: que las escopetas no disparasen era una señal de que no habría heridos; y la huida de los jabalíes significaba la derrota de la violentos. Los tres amigos traen buena energía para el pueblo, dijo Don Sabino. Con ese aval onírico, el VII Congreso de Tayjasaruta, los acogió como sus huéspedes.



Entre la crónica, el relato y la investigación periodística, en 449 páginas, Fernando Villavicencio, armado de documentos, citas y datos, descorre los visillos del poder, para dejar ver una democracia vacía de contenido, a un régimen que recurre a métodos represivos para silenciar a sus disidentes. La utilización de la justicia para someter a quienes han destapado el cofre secreto de la corrupción, queda al desnudo en las páginas de “Sarayaku la derrota del Jabalí“.



El capítulo “Allanados y Perseguidos“, es una crónica narrada en tercera persona de la violencia ejercida en el allanamiento del 26 de diciembre de 2013 al domicilio de la familia Villavicencio-Saráuz, a través de un ilegal “acto urgente“ solicitado por Rafael Correa y Alexis Mera, por un supuesto “hackeo“ a la correspondencia del Gobierno. Con lujo de detalles, Villavicencio sostiene que la acusación de “hackeo“ fue un pretexto para incautar información (miles de documentos) que tenía en su computadora portátil. En particular, documentos de millonarios negocios de intermediación del petróleo entregado a Petrochina. Un año después del violento “acto urgente“, no han encontrado una sola evidencia de acciones ilícitas, lo único urgente era llevarse los documentos, crear miedo y silenciar la denuncia.



 “Escape de Sarayaku“, es el capítulo donde se describe la protección del pueblo indígena a los tres perseguidos políticos. La solidaridad de los kichwas al haber reconocido las medidas cautelares de la CIDH, es un ejemplo de vida: un pueblo ancestral en medio de la selva, dio una lección al gobierno “Socialista del Siglo 21“, sobre civilización y respeto a los derechos humanos. En este acápite se relata el ambiente de tensión que vivió el pueblo indígena ante las incursiones de la policía, los sobrevuelos militares, y las amenazas de una invasión armada para detener a los tres perseguidos. Concluye el capítulo con el escape de los tres, burlando el asedio oficial sobre Sarayaku, a través de una auténtica proeza, digna de película.



Las entrevistas a los líderes kichwas, Marlon Santi y José Gualinga, revelan por primera vez, detalles sorprendentes de la relación de la dirigencia indígena con los mandos militares de Pastaza, quienes no compartían las acusaciones de secesionismo y paramilitarismo endosadas al pueblo de Sarayaku, por el Presidente Rafael Correa y el Ministro José Serrano; es más, según palabras de los kichwas, los militares no estaban dispuestos a ejecutar la intervención armada.



En el capítulo “Justicia Maliciosa y Temeraria“, el autor se permite describir los rostros y las acciones de los principales actores de la sentencia que le condenó a 1 año de prisión por una supuesta injuria al Presidente Rafael Correa. El Fiscal General, la Corte de Justicia y la Asamblea Nacional, hicieron exactamente lo dispuesto por el demandante (Rafael Correa), en la sabatina 236, del 3 de septiembre de 2011, en la Troncal, donde Correa pidió al Fiscal, que solicite a un Juez califique de maliciosa y temeraria la denuncia, y además adelantó que el asambleísta Cléver Jiménez, no tenía inmunidad. Todo se cumplió al pie de la letra.




 

Sin duda, el capítulo “30S ¿quién ordenó disparar“ es uno de los trabajos mejor armados, llenos de evidencias, que permitirá al lector, lejos de la propaganda oficial, comprender los hechos del 30 de septiembre de 2010. Los documentos que se anexan sobre este caso, como los informes de las FFAA, del GOE, GIR, informes de balística, entre otros, serán lentes para detectar los detalles y las enormes grietas que se han fabricado en torno a este doloroso episodio. 



No escapa a la pluma de Villavicencio, la situación del gobierno de Rafael Correa en la arena internacional de los derechos humanos. El desacato a la resolución de la CIDH, arrincona al Ecuador en la esquina de las democracias famélicas de América Latina.



Fernando Villavicencio tiene un “odio bien ganado“, se lee al final del libro, cuando se registran como muestra cuarenta casos de corrupción investigados por él durante el gobierno de la Revolución Ciudadana, revelaciones que a decir del autor son la causa principal para el odio y la persecución del gobierno en su contra. Recordando al poeta salvadoreño, Roque Dalton, dice “Me llamarán el escrutador, el más apto para ser odiado“. Dalton, poeta de izquierda, fue fusilado en 1975 por orden de sus compañeros guerrilleros del Ejército Revolucionario del Pueblo, acusado falsamente de servir a la derecha.